En la década de los '90 y a principios del S.XXI el voto en España se repartía entre dos partidos mayoritarios: el PP y el PSOE, igual que sucede desde siempre en USA, donde la gente de a pie se divide entre demócratas y republicanos, sin posiblemente estar al 100% de acuerdo con los postulados de unos y de otros.
En esos tiempos de los que hablo mis ideas eran básicamente progresistas en especial en temas que suscitaban cierta controversia como el aborto, la eutanasia, el medio ambiente, etc.
Esto chocaba con el pensamiento de una de mis grandes amigas, estudiante de empresariales y procedente de una familia mucho más conservadora, que defendía tesis completamente contrarias.
Nunca hubo por ello ningún problema entre nosotras. A pesar de ser las dos acérrimas convencidas de aquello en lo que creíamos, jamás surgió una discusión acalorada, ni siquiera una incomodidad en nuestra relación.
Más bien al contrario, nuestras ideas eran a menudo utilizadas por una y otra para chanzas y comentarios graciosos, de vez en cuando, solo si alguna situación los propiciaba, y a sabiendas que no generarían ningún tipo de malestar.
Pienso que no me equivoco creyendo que nuestro caso no tenía nada de especial, que ese era, salvo las inevitables excepciones, el clima político reinante de aquel momento. Hoy las cosas han cambiado.
Hoy la gente de a pie evitamos hacer bromas de temas políticos. Tengo la sensación que evitamos hablar de nuestras ideas si no es con quien las comparte y que si se tocan temas políticos en una conversación la mayoría de tertulianos se sienten incómodos.
Otra cosa es como se vive la situación en los medios. En radio, televisión y sobre todo en los medios digitales la lucha es encarnizada. Tanto tertulianos profesionales como aquellos anónimos que escriben en foros y en los comentarios de la prensa pierden los papeles, insultan y se encienden.
El clima no es agradable. La procesión va por dentro y los debates no suelen ser constructivos, con la población dividida y culpando a unos y otros de una crisis que se construyó desde los que defendían ideas de uno y otro lado.
La crispación se ha extendido y quienes ninguna culpa tenemos de lo sucedido andamos algo perdidos sobre cual debe ser nuestro papel en este nuevo juego.
¿Es necesario implicarse en esta lucha? ¿Hay que defender a capa y espada nuestras creencias en los círculos en que nos movemos o es mejor esperar a participar del juego político sólo durante las convocatorias electorales igual que siempre?
¿Sería positiva la batalla entre las bases al permitirles desfogarse o simplemente incrementaría el malestar ciudadano?
Algunos ya han decidido pasar a la acción. Son aquellos que primero intentaron realizar cambios desde movimientos civiles y ante su poco éxito, ahora realizan el salto a la política de verdad.
Los que siguen como espectadores se dividen, no lo ven claro. ¿Será suficiente con las ganas y la ilusión? ¿Se les bloqueará el acceso al poder a los recién llegados por parte de aquellos que llevan tanto tiempo ostentándolo?
En Italia, donde se vive un proceso similar, el M5S, partido liderado por Beppe Grillo, está pagando cara la confianza que en él se depositó al no haber podido cumplir con las expectativas creadas, no por falta de voluntad o cambio de ideas, si no por haberle resultado imposible deshacer la maraña político-gubernamental elaborada durante décadas. Parece que ellos no están PUDIENDO.
En esos tiempos de los que hablo mis ideas eran básicamente progresistas en especial en temas que suscitaban cierta controversia como el aborto, la eutanasia, el medio ambiente, etc.
Esto chocaba con el pensamiento de una de mis grandes amigas, estudiante de empresariales y procedente de una familia mucho más conservadora, que defendía tesis completamente contrarias.
Nunca hubo por ello ningún problema entre nosotras. A pesar de ser las dos acérrimas convencidas de aquello en lo que creíamos, jamás surgió una discusión acalorada, ni siquiera una incomodidad en nuestra relación.
Más bien al contrario, nuestras ideas eran a menudo utilizadas por una y otra para chanzas y comentarios graciosos, de vez en cuando, solo si alguna situación los propiciaba, y a sabiendas que no generarían ningún tipo de malestar.
Pienso que no me equivoco creyendo que nuestro caso no tenía nada de especial, que ese era, salvo las inevitables excepciones, el clima político reinante de aquel momento. Hoy las cosas han cambiado.
Hoy la gente de a pie evitamos hacer bromas de temas políticos. Tengo la sensación que evitamos hablar de nuestras ideas si no es con quien las comparte y que si se tocan temas políticos en una conversación la mayoría de tertulianos se sienten incómodos.
Otra cosa es como se vive la situación en los medios. En radio, televisión y sobre todo en los medios digitales la lucha es encarnizada. Tanto tertulianos profesionales como aquellos anónimos que escriben en foros y en los comentarios de la prensa pierden los papeles, insultan y se encienden.
El clima no es agradable. La procesión va por dentro y los debates no suelen ser constructivos, con la población dividida y culpando a unos y otros de una crisis que se construyó desde los que defendían ideas de uno y otro lado.
La crispación se ha extendido y quienes ninguna culpa tenemos de lo sucedido andamos algo perdidos sobre cual debe ser nuestro papel en este nuevo juego.
¿Es necesario implicarse en esta lucha? ¿Hay que defender a capa y espada nuestras creencias en los círculos en que nos movemos o es mejor esperar a participar del juego político sólo durante las convocatorias electorales igual que siempre?
¿Sería positiva la batalla entre las bases al permitirles desfogarse o simplemente incrementaría el malestar ciudadano?
Algunos ya han decidido pasar a la acción. Son aquellos que primero intentaron realizar cambios desde movimientos civiles y ante su poco éxito, ahora realizan el salto a la política de verdad.
Los que siguen como espectadores se dividen, no lo ven claro. ¿Será suficiente con las ganas y la ilusión? ¿Se les bloqueará el acceso al poder a los recién llegados por parte de aquellos que llevan tanto tiempo ostentándolo?
En Italia, donde se vive un proceso similar, el M5S, partido liderado por Beppe Grillo, está pagando cara la confianza que en él se depositó al no haber podido cumplir con las expectativas creadas, no por falta de voluntad o cambio de ideas, si no por haberle resultado imposible deshacer la maraña político-gubernamental elaborada durante décadas. Parece que ellos no están PUDIENDO.