jueves, 24 de enero de 2013

Glamour que viene, glamour que se va...


La alta costura ha sido durante décadas la marca intachable del glamour. ¿Podemos imaginar a Jacqueline Kennedy sin vestir de Chanel? ¿a Audrey Hepburn sin Givenchy?

Pero hoy los días han cambiado. Actrices, modelos y alta sociedad en general se vanaglorian de combinar piezas de lujo con el pret-a-porter más básico. ¿Será el fin de las grandes marcas? 
Los pocos datos que se pueden deducir de las cuentas de las "maisons" de la moda, indican que en todo el mundo existen menos de cuatro mil clientas para sus diseños y que la mayoría de ellas provienen de países asiáticos. Europa, Estados Unidos y las grandes fortunas de la antigua URSS han abandonado este tipo de glamour, relegándolo a alfombras rojas de gran difusión, en las que las propias firmas ceden sus vestidos y trajes con fines promocionales. 



Pocas mujeres quedan ya de la talla de Nan Kempner (1930-2005) que prácticamente dedicó su vida a vestirse y lucir sus modelos. Kempner vestía alta costura en su día a día. Hasta cuando iba a la playa su ropa de baño era de grandes firmas y especialmente hecha para ella. Yves Saint Laurent la consideraba el prototipo de "mujer moderna, libre, independiente y elegante". Pero hoy en día, estos adjetivos tal vez no encajarían con una mujer que vive de la fortuna de su familia. Las actuales hijas de magnates trabajan o lo simulan para ganarse adjetivos como estos, los vividores están mal vistos.
 

¿Será la crisis? ¿Será que el valor de un buen diseño ha caído? ¿Será que la ostentación, en Occidente, resulta menospreciable mientras el altruismo, incluso solo en apariencia, es un valor en alza?
Sea como sea, a las grandes firmas de la moda no les ha quedado más remedio que bajar del Olimpo, y producir no sólo para los Dioses (del dinero, en este caso), si no también para el común de los mortales, y de ahí su multitud de colecciones de accesorios, que nunca mejor dicho, sí resultan accesibles. 
Y así, mientras unos bajan, otros creen subir, sin darse cuenta que lucir determinadas marcas en gafas, cinturones o foulards es, hoy por hoy, más chabacano que glamuroso.

1 comentario:

  1. No sé qué pasa en el mundo de los ricos. Pero sí observo a los que tengo cerca, y que por descontado no lo son; a los que andan por la calle y a los que salen en la tele. Los hay, muchos, que se visten imitando el lujo. Falsos Rolex, falsos Chanel, falsos bolsos de Prada. Dar el pego, parecer rico por el hecho de parecerlo, no porque el buen gusto atraiga.
    Otros se enorgullecen de lo contrario. No de ser pobres, sino de parecerlo. De usar ropa recogida en contenedores y mezclarla de forma imposible.
    Y luego están los que no pueden ni imaginar lo que es el glam.

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