
A principios del siglo XXI, la dinámica ha cambiado sustancialmente. Cualquier buena película o incluso muchos buenos libros, debe formar parte de una serie para que se considere completa. Hoy ya no basta con calidad, se exige también cantidad: secuelas, precuelas, spin-offs...
Los creadores no pueden simplemente escribir una buena historia, deben enmarcarla en todo un mundo, un universo imaginario en el que todos los personajes estén lo mejor ubicados posible. El público quiere saberlo todo no dejar ningún asunto al azar.
En este marco, las series de televisión han encontrado su momento. Las mejores no es que tengan una segunda y una tercera temporada (como ya sucedía hace años), si no que pueden llegar a ser infinitas. Algunas han llegado a morir de éxito, han creado entre sus fans espectativas tan altas que no han sido capaces de mantener el nivel de calidad creado en sus primeros episodios y se han visto vilipendiadas y relegadas al olvido (léase "Heroes", con una brillante primera temporada y un absoluto fracaso en la segunda, o "Flash Forward" que no consiguió asentar los espectadores conseguidos en sus dos primeros capítulos). Hay quien cree que incluso uno de los grandes éxitos del momento, "Lost", terminó antes de lo previsto por el miedo de sus productores a perder el favor de su público, por lo que decidieron terminar su carrera cuando aún estaba en la cima del éxito, igual que sucede con los grandes deportistas.
Hay que señalar que no estamos ante un fenómeno totalmente novedoso. Hace años "Dallas", "Fama" o incluso "Verano Azul" arrasaron y tuvieron su momento, en un estilo muy distinto triunfaron también "V" y "Twin Peaks" entre otras. ¿Qué diferencia a las series de hoy de las que triunfaron hace años? La respuesta es obvia: las nuevas tecnologías. Piensen en sus amigos y conocidos. Había que ser muy freaky (aunque entonces no se usaba esta palabra) para comprarse una serie entera en VHS. De hecho, yo ya me sentí rarita por haber programado el vídeo para grabar el último capítulo de "California", que emitieron en un momento en que no podía estar en casa.
Hoy, comprarse una serie en DVD o descargarla de internet es de lo más normal. Y eso es una clave de su éxito. Resultaba difícil engancharse a una serie sin haber visto el primer capítulo. Algún amigo te lo explicaba y tu anotabas mentalmente no perderte el siguiente, pero difícilmente ibas a ver algún día aquel episodio inicial tan bueno. Si te lo perdías el día de emisión, no había remedio.

A la vez, internet permite ampliar el fenómeno fan hasta límites insospechados. Teorizar sobre lo que pasará o compartir opiniones sobre lo que ha pasado en cada capítulo con espectadores de todos los rincones del planeta resulta sencillo. Compartir es la clave.
Un fenómeno parecido puede observarse también en la literatura, los libros conforman series que, con un poco de suerte para sus autores, se convierten posteriormente en una serie de películas.
La cumbre parece que será "Juego de Tronos", la novela rio de George R.R. Martin, que transformará cada uno de sus libros en una temporada de una serie televisiva. ¡Y esto se ha decidido a falta de ver publicado los tres últimos libros de los siete que deben conformar el total de la colección!
Intento buscar un significado para esta exigencia de "cantidad" del público de hoy. ¿Quizá estamos tan acostumbrados a tenerlo todo que no entendemos que se nos niegue algo?