domingo, 6 de junio de 2010

Humos malos. Humos buenos.

El pasado lunes oí dos notícias de manera consecutiva en el telediario. Se trataba de la publicación de dos estudios realizados recientemente: en uno se asegura que hay mil casos nuevos de cáncer al año entre los trabajadores de la restauración de España; en el otro, se afirma que residir cerca de una central nuclear no supone ningún incremento en la posibilidad de contraer esta enfermedad.

Supongo, que no habría dado más importancia al tema si no fuera porque comentaron estos datos uno detrás del otro. Me hizo gracia al día siguiente ver que mi admiradísimo David Trueba coincidió conmigo en esta observación y escribió sobre ello en su artículo de opinión en El País, llegando a conclusiones similares a las que me pasaron a mi por la cabeza. (-->artículo Trueba)

Personalmente me empieza a resultar molesto que los resultados de estudios sean difundidos en los telediarios sin ofrecer todos los datos de la muestra en la que se han basado. No me gusta que absolutamente siempre, los resultados de los estudios estadísticos resulten favorables a los propósitos de la entidad que los encarga. Y también cansa el hecho que todos estos estudios apesten a manipulación de la opinión en favor de la decisiones políticas del momento.

Ahora que parece que va a aprobarse definitivamente la Ley que prohíbe fumar en lugares públicos aparece este estudio que avala la decisión tomada en esta dirección. Ahora que se ha aprobado la instalación de una central de tratamiento de residuos nucleares en España y que en breve se sabrá qué municipio tendrá el privilegio de acojerla, justo se demuestra que resulta inocua para sus habitantes. Me molesta. Me molesta mucho. Además, el apoyo de los medios de comunicación a este intento de manipulación es incomprensible. ¿Tanto costaría comparar estos estudios del Consejo de Seguridad Nuclear con los que Greenpeace ha publicado durante más de 20 años? Y, de esta manera, permitir que cada espectador decida libremente a quién cree. ¿Y esos camareros que contraen cáncer? ¿Fuman? ¿Fuman sus parejas, sus amigos, sus padres? ¿Realmente han contraído esta enfermedad sólo por el hecho de trabajar en un bar?

¿Es este periodismo tan parcial el único posible en el siglo XXI?


2 comentarios:

  1. A mí también me molesta mucho. No sólo cuando publican estadísticas, me molesta siempre. No soy capaz de recordar un telediario (telenoticias, noticiario, no-do o llámale X) en el que no sólo no tiñan los hechos con el color afín a los que pagan, sino que además no tengan la más mínima intención de intentarlo.

    Quizá es algo imposible. La física cuántica nos dice que el mero hecho de observar un suceso es suficiente para alterarlo. Pero esta carencia de la objetividad no debe ser excusa para transformar lo noticioso en una cada vez menos encubierta propaganda intencionada y dirigida.

    Recuerdo que cuando era pequeño, en el canal UHF, ahora La 2, daban Vickie el vikingo, un niño frágil y asustadizo entre un montón de hombres rudos y brutos, que en los momentos difíciles era capaz de ponerse a pensar (¡Ponerse a PENSAR!), rascarse la nariz y dar con una buena idea para solucionar los problemas. Recuerdo que, en casa, nunca podía ver estos dibujos animados porque los daban a las tres y coincidían con el telediario de TVE. Desde entonces, siempre he tenido claro que si alguien me tiene que lavar el cerebro, por favor, que lo haga con jabón nenuco.

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  2. Me alegra descubrir que siguen existiendo personas capaces de cuestionar la información de los medios. Aunque desde luego, ha disminuído el número.

    En la prehistoria de mis años jóvenes, esa era una premisa obligada ante cualquier noticia que nos llegara por vía oficial. No es que recelásemos, es que de entrada, decíamos NO.
    Desde los anuncios de Cocacola hasta los baños de Fraga en Palomares, teníamos un convencimiento:
    Información = Manipulación
    A pesar de eso, conseguimos bien poco.
    Pero llevábamos la frente alta.

    Celebro el lúcido análisis anti-sistema y me anima ver que hay adeptos a los argumentos de Mirinda.

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